Cervezas de luna llena
-Te traje un regalo- dije mientras le acercaba una lata de cerveza rubia bien fría- ¿A dónde querés ir? ¿Al bar de siempre? Sube a mi auto, estrepitosa, como cada vez que la veo, me aturde con tantas cosas que quiere contarme y que no presto atención. Subo el volumen de mi canción favorita y le pido que la cantemos, pero no la conoce asique tengo que cantarla sola. Me comenta algo que le preocupa, su salud siempre tiende a ser inestable como su cabeza, como sus emociones, le respondo con un tono cordial: -Yo a vos no te quiero, no sé por qué me contás tus cosas si no me importan. (Es mentira, si me importan). Llegamos a un bar de mala muerte, nos acompaña un perro callejero que se acomoda a la par de nuestras sillas. Ella lo acaricia, posiblemente como nunca acarició a ningún ser humano. Una cerveza y reniega ella de sí misma, a veces se burla de sus propias ocurrencias y a veces me reclama la atención que no le presto. Dos cervezas, tres. Me gusta mirarla… saber que no la tengo, ...