Había una vez...
Había una vez una intención. Un sueño. Una idea. Había también, esa misma vez, alguien. Un alguien cualquiera de un lado cualquiera de una edad cualquiera. Lo mágico fue la coincidencia. Y por ese acto de coincidir la ilusión fue más que un efecto y se convirtió en realidad. Fue por ese acto de coincidir que objeto y sujeto se hicieron uno y se amaron como se aman los amantes. Como se entrega uno cuando siente que el mundo es aquel brillo que encontró en ojos ajenos. Y a veces es así. A veces un milagro de Dios, o una mala jugada del endiablado, escribe un poema de trazos finos y lecturas desorbitadas. Sólo quisiera una canción: la del adiós.
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