Tu nombre y tu piel...

Sacude el pantalón que levantó del piso y abrocha la camisa que dejó en el sofá. Se acerca a la cama, la mira tendida, satisfecha, dormida… se aproxima hasta su mejilla colorada y le da un beso. Camina por el pasillo, abre la puerta sin mirar atrás y sale sigiloso, en silencio. Ella no duerme, lo escuchó vestirse pero no abrió sus ojos. ¿Para qué fingir una despedida? Si los une un “para siempre eterno” mientras dure la madrugada apasionada del cielo azul y la luna color esmeralda. Caminará entonces por las calles vacías, susurrando una canción lenta que habla de amores prohibidos, que habla de pasión y de melancolía. El sabe bien que nunca será suya. Ella lo sabe también. Y lo entienden, y lo aceptan, y se buscan, y se hacen uno en carne pero… el espíritu libre permanece sin cadenas y la conciencia intranquila a veces no los deja dormir, más abrazan a su ser amado y le toman la mano, y acarician su rostro pero no piensa en ella, ni piensa en él… su corazón permanece duro, y la piel hambrienta trae pensamientos ajenos que no les pertenecen a nadie, como ellos, sin dueños juegan a entregarse a una mentira que los mantiene tranquilos hasta el próximo encuentro donde pasará todo y no pasará nada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojos al cielo

No envejezcas mamá...

La hoja....