Mi deseo
Había aprendido de una historia de amor nefasta, de esas que son más cuentos de terror que cuentos de hadas. Había aprendido del dolor, del error, de las mentiras y del engaño. Y eran esas enseñanzas que da la vida para tomar nota, aprender con lágrimas que cuando uno se equivoca con el tiempo se nota. Que no siempre está bien seguir los impulsos del corazón. Había aprendido que el amor se vive una sola vez y que todo lo que viene después eran fantasías, luces momentáneas. Lo había aprendido hasta en carne viva, lo había aprendido mientras desangraba.
Y llevaba marcada la piel, el corazón y el alma con esa llaga. Había tenido suficiente. Suficiente llanto, suficiente rabia, suficiente… ya todo era suficiente para emprender una marcha por ese camino solitario cuando ya no queda nada más por qué luchar, nadie por quién valga la pena quedarse , nada más por qué insistir. Ni un solo motivo. Ni una sola gota de amor.
Y de tanto caminar, de tantas caras nuevas, de tantas rutas desconocidas fue ahí que apareció el olvido, el mediador entre el infierno de mi mente y la paz de mi cama. El polvo vuelve polvo lo que antes corría por el río.
Dicen que para sanar hace falta otra llaga… en mi caso, hizo falta una caricia, un beso y una sábana. Cuando se abrió ese cielo estrellado y puso su mano en mi mano volvió a latir el corazón, volvió el oxigeno, volvió el habla. Y en la cola de mi estrella fugaz iba colgado mi deseo: que sea real.
- ¿Señorita, qué tiene en esas manos? ¿De dónde vino esa luz que encandila mis ojos cuando me mira? ¿Sabe usted, que para esto del amor yo no sirvo? ¿Entiende usted por qué siento que mi alma callada la esperaba en este trozo de papel lleno de palabras? Por favor… avance. Por favor…Pase.
Usted tiene todo lo que yo juré no volver a querer. Y míreme. Acá me tiene. Queriendo otra vez.
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