Isilitaj



-Esta es la última salida y ya se termina la expedición, ¿No?
-Si tenemos suerte sí, dicen que querían renovar los contratos y ver si esos pozos de petróleo abandonados son sustentables o no.
-Pobres indios, viven en medio de una pobreza extrema y no saben que tienen es oro negro.
-Hablando de pozos, ¿Te contaron de la laguna?
-¿Qué laguna?
-Ésa, la que está en medio del pueblito.
-Pero si ésa zona es todo seco.
-Sí, pero tiene una laguna. ¿Y sabés algo más? Esa laguna no tiene fin.
-¿Cómo que no tiene fin? No entiendo
-Sí, así como suena. No tiene fin. Cuando lleguemos te la muestro.
-Bueno pero contáme. ¿Es una leyenda o algo así?
-No es una leyenda, hay muchos casos de personas del lugar y forasteros que se animaron a entrar sólo para comprobar la profundidad de la laguna, ninguno de ellos salió con vida. Mejor dicho, ninguno de ellos salió.
-¡Mentira!
-Es verdad, esta laguna está rodeada de misterios. Con decirte que alrededor de ella hay olor a mar.
-¿Cómo olor a mar?
-Sí, ¿viste cuando vas a la playa y sentís saladito los labios y el mar tiene otro olor?
-Pero ¿Acaso la laguna tiene agua de mar?
-¡No! Eso es lo raro. Está en medio del valle, aunque bueno. Algunos dicen que hace millones de años todo eso era mar. Qué se yo. Lo que sí sé, es que el agua que tiene es mala.
-¿No se toma?
-No. Si la tomás, te morís. Pero si comés algún pescado o alguna vegetación de la laguna, te curás. De lo que sea que te enfermes, basta un mordisco de algo y te curás.
-Vos me estás mintiendo. ¿Cómo puede ser?
-No te miento. Sólo te cuento lo que me contaron. Yo por si acaso, no tomé ni comí nada de ahí. Es más, llevo mis botellas de agua, ¿Ves?
-Qué raro todo lo que decís.
-Sí, yo también pensaba que era una leyenda pero cuando el comisario me contó de las muertes y que están en un registro especial, no tuve otra opción que creer. Nadie inventaría eso. También me contaron que en esa zona hay sequía 3 veces al año, no llueve, ni Dios llora, pero nadie muere.
-¿Y qué tiene que ver la laguna?
-Es que los habitantes de la laguna se bañan en ella y se hidratan el cuerpo, entonces no se mueren. Sobreviven con esos baños de agua oscura y turbia. Dicen que es  común ver como todos los animales de la fauna del lugar bordean la laguna,  algunos se meten y otros sólo la contemplan. Y así, no mueren. Pero no beben el agua, porque el agua es mala.
-¡Pará, pará! ¿Y eso? ¡Frená!
-¿En serio se cayó el puente?
-Es rarísimo, yo hablé con los de vialidad. No dijeron nada. Ni siquiera llovió fuerte estos días.
-Y entonces, ¿qué hacemos?
-Y nada, el pueblo está pasando el puente. Y mirá, la laguna está baja. La voy a bordear y traigo ayuda. Capaz que ni saben que se cayó, estos nunca salen. Los de la municipalidad nos van a decir si es seguro cruzar la camioneta ahora o la vamos a tener que dejar acá. Qué se yo, ya vuelvo.
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Camino despacio, la laguna está baja, sólo en el centro se ve agua pero el piso se siente muy peligroso. Piso y se hunde. Casi me caigo 3 veces y no di ni 10 pasos recién. Silbo, porque cuando estoy nervioso me gusta silbar. Miro para atrás, ya no lo veo a Carlos, ni a la camioneta. Tengo sed. Tengo sudor en la frente, en las manos, en todo el cuerpo. Miro hacia adelante, me falta más de la mitad. Interrumpe mi pensamiento una pequeña ola de agua, giro la cabeza. No entiendo. No hay más agua, sólo en el centro. Camino un poco más rápido. Me caigo. Me levanto. Me caigo. Y otra ola, más pesada. ¿Cómo puede ser? Miro al frente, ya casi salgo de la laguna y lo veo a papá. Qué extraño, hace 17 años que papá está muerto. Pero está acá, charlando con unos wichis, riendo fuerte.
-¿Pá?- es casi un suspiro lo mío.
No me escucha, ni siquiera yo lo hago. Puede ser que ni siquiera hablé. Sigo mirándolo fijo, mientras otra ola me moja los pies. Y de nuevo otra, y de nuevo otra. No terminé de girar mi cabeza que ya no era agua, era barro. Un alud gigantesco, enorme y voraz me empuja fuerte y me deja sin aire. No pienso. Pero lo miro a papá. Grito.
-¡Papá! ¡Papá!
Papá deja de reírse y me mira, viene corriendo. Estoy al borde de la laguna, el barro casi me tapa la nariz. Su brazo toma el mío y lo siento gritar haciendo fuerza para sacarme de ahí y quedo tendido a su lado tratando de respirar, tratando de entender,pero veo una ola gigante marrón detrás de papá, llena de troncos, llena de piedras.
-Papá, levantáte. El alud nos traga. ¡Vamos! ¡Levantáte!
Se pone de pie, lo mira a su hijo. Parece que está bien. Mueve los labios, no sabe qué es lo que le dice pero los mueve como gritando. Señala detrás de él. Y la ve.
En medio de la laguna que ahora está llena de barro oscuro y pesado hay un ave. No cualquier ave. Es un ave gigantesca, monstruosa. Tiene 4 juegos de alas. El plumaje gris y marrón, es oscura. Parece un cuervo pero en su cabeza tiene forma de águila. El pico dorado y los ojos sin fondo. Es enorme. Y los mira fijo. Comienza a alzar vuelo, por cómo puso sus garras entienden que van a ser cazados.
-¡Hijo corré! ¡Corré, Germán!
Germán corre lo más rápido que puede pero cuando mira hacia atrás su papá no está. Ve a lo lejos al ave monstruosa volando bajo y en sus garras lleva a su progenitor. Piensa que ya está muerto y no sabe qué hacer. Un paso hacia adelante, dos hacia atrás. Y decide volver e intentar alcanzarla. Si la alcanza no sabe qué hará, pero paso a paso piensa. Como cuando su papá le enseñó a caminar.
-¡Papá! ¡Papá! – grita lo más fuerte que puede.
Me despierto. Lo escucho a Germán. Tiene ese tono que usaba cuando era domingo y teníamos que salir a jugar a la pelota. De nuevo la sangre cae de mis hombros. Me concentro, no me vuelvo a desmayar.
-¡Movéte, papá! ¡Movéte mucho! Así te suelta.
De los movimientos que hago, el ave se desestabiliza y se da con una rama gruesa en la cabeza.
Me suelta. Y caigo en medio de la laguna.
Comienza a correr, el ave lo mira. Se mete en el barro, su papá está en el centro de la laguna y no sabe cómo lo va a auxiliar, pero ya están los dos en el barro.
-¡Papá pateá, no dejés de patear, que la Laguna no tiene fin, eso me dijeron los wichis! ¡Te va a tragar, papá! ¡La laguna no tiene fin!
Y me traga a mí. El barro me tapa la boca, me tapa la nariz. Sólo tengo los brazos extendidos en la dirección de mi papá, lo miro. Me voy a morir y él también.
“Isilitaj” en wichi significa “hermoso, lo bello”. Es lo que pienso mientras contemplo por última vez el rostro de mi viejo amado, él también ya está rendido, pero me mira con amor. Me transporta al día de mi nacimiento, lo primero que vi fueron sus ojos brillantes. Es mentira eso que uno tiene recuerdos a partir de los 3 o 4 años. Yo los tengo desde el primer momento.
“Isilitaj” debería significar “encontrar la muerte junto a tu hijo, junto a tu papá”

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