Atrapados

-Estoy segura que cuando me toque morir, vas a ser lo último en lo que piense. ¿Nunca tuviste esa sensación con alguien?
-Eso me decís ahora, porque sos feliz conmigo. Pero si un día nos peleamos y hacemos diferentes caminos, alguien más va a ocupar mi lugar. 
-Si hacemos diferentes caminos, yo siempre voy a buscar el camino que me lleve a vos. Siempre- Y se funde en un abrazo cariñoso, llenándole la mejilla de besos cortitos y el cuello, y la boca.
-Nunca fui tan feliz, ¿Sabès? Nunca.
Llueve, las nubes bajas cubren la visibilidad con un manto gris, espeso. La respiración se dificulta por la altura, y por la ansiedad de llegar pronto. La puna es hostil para la calma, y las venas encerradas en el cuerpo se sienten prisioneras de una presión ajena que obliga al corazón a bombear la sangre con mayor dificultad. El oxigeno, escaso, impide buenas reflexiones y el instinto animal de preservar la vida se activa.
-¿Y eso?- señala hacia el camino- ¡Esquivalo! ¡Es una roca enorme! 
-¡Mirá ahí, otra roca! ¡Cuidado! ¡Agarráte bien!
El panorama es malo, hacia la izquierda un precipicio de 900 metros, a la derecha, un cerro que comienza su caída, un derrumbe próximo a consumarse, una tragedia inminente y una moneda lanzada al aire buscando un poco de suerte, o con cara o con cruz.
-¡Frenà! ¡Frená el auto! 
-Se cae, Joaquín. ¡Mirá esa ladera, se está cayendo!
1,2…3 segundos y la ruta estuvo cubierta por más de 10 metros de rocas que no le pertenecían al cemento, sí a la madre tierra quien abrió sus brazos y decidió soltar su rabia.
-¿Ahora qué hacemos?
-No sé, esperá. Voy a llamar a emergencias. 
-Acá no hay señal.
-No, ya veo. ¿Y qué hacemos?
-Esperar, supongo.
-Pero Fabián, es peligroso. No se ve nada, con tanta niebla. Y con la lluvia posiblemente sigan aflojando las rocas. Tenemos que irnos.
-¿A dónde querés ir? ¿Y por dónde? ¿No ves donde estamos? Tenemos que esperar, seguro viene alguien enseguida. Es una ruta, alguien tiene que arreglarlo. Estamos encerrados. Un derrumbe atrás, uno adelante. Voy a acomodar el auto del otro lado y no nos movemos hasta que alguien nos auxilie.
-Pero…
-Pero nada, Joaquín. En unas horas amanece y vamos a poder pensar mejor. Con luz.
En el firmamento cuelgan miles de estrellas que ante la escasa contaminación visual son tan luminosas que encienden ideas, activan recuerdos. Algunas estrellas, fugaces como los pensamientos efímeros llevan a sus pasajeros a un lugar que no siempre es bueno regresar. El pasado es corrupto con los deseos, es vencido por lo que no fue pero quisieron que sea. La mente puede ser lapeor enemiga si no se la sabe controlar. 
-De otra vida.
-¿Cómo?
-Me preguntaste por qué será que cuando estamos juntos nos sentimos bien, yo creo que porque nos conocemos de otra vida. Y estuvimos este tiempo buscándonos sin saberlo y ahora que finalmente vimos las marcas predestinadas de nuestras historias nos unimos, y nos acomodamos.
-Sos graciosa, amor. Me gusta mucho reír con vos, tenés ideas muy divertidas. Como esa historia que te inventaste con las lechuzas de Pilmaiquén.
-¡No la inventé! ¡Es verdad esa historia! Y la de nuestras marcas también.
Un derrumbe suena fatal. Para describirlo con palabras es necesario ser cauteloso. Primero, el oído percibe el sonido de un látigo que arrasa con el viento, consecuentemente una pequeña explosión, y luego otra, y otra y otra. Es el sonido del choque de la primer roca besando el suelo, y luego el beso de otra roca con otra que cae persiguiéndola, buscando descanso en mil pedazos. En un desmoronamiento así, se siente como se abre el tejido interno que cubre la montaña con el manto verde y deja ir un poco, y después mucha de su sangre interna que ya no le pertenece. Es el estruendo de una maldición milenaria que irrumpe el mal sueño de dos de pasajeros que fueron atrapados en el ataque de ira de la naturaleza, quien decidió rebelarse frente a estos dos inocentes desconocidos que buscaron en sus pies uno de tantos caminos.
-Ya pasaron 2 horas y no viene nadie. Necesito irme de aquí. 
-¿Por qué?
-Porque si-afirma al tiempo que toma su mochila del asiento anterior. Voy a salir a buscar ayuda, quedate aquí.
-Pero estás loco, no te vayas. Es peligroso. No hay salida.
-Por el río.
-No seas demente, llovíó y crece el caudal de agua. Y hace frio.
-Voy a volver, quedáte tranquilo.
Se ajusta los cordones de las zapatillas y piensa, sin querer, en ella. Más de 37 años y vuelve a pensar en ella. Recordó la frase: “Estoy segura que cuando me toque morir, vas a ser lo último en lo que piense”. Le dio un escalofrío que supo recorrerle todo el cuerpo. Y tuvo la firme convicción de que tenía que apurarse. Comenzó el descenso hacia el río, si es que hacía frío no lo sintió. En su cabeza sólo tenía esa frase merodeando
Bordea el agua, tiene los pasos firmes. No siente frio, cansancio ni dolor. Ni siquiera le molesta el corte de las manos. No hay luz, salvo la de las estrellas. No sabe dónde está, ni cuánto falta. Avanza, porque eso nunca está mal. Avanza…avanza.
De repente, es preciso mojarse los pies. Camina rápido, seguro. Un pozo imprevisto le roba el equilibrio y cae al agua, la corriente lo abraza y se funden como amantes enamorados. Traga litros de miedo y recupera el control de sí mismo. Avanza, siempre avanza. Ya no siente nada...pero avanza.
-¿Se encuentra bien? Ahora la ambulancia lo va a sacar de aquí, para hacerle chequeos en el hospital. Al auto lo recogerá la grúa.
-Si, yo estoy bien. Con hambre pero bien. ¿Mi amigo llegó bien?
-¿Qué amigo?
-Joaquín. Joaquín Olivera. 
El oficial sorprendido mira a su compañero, encogen los hombros.
-No señor, no sabemos nada de ésa persona. 
-Es que se fue por el río, a buscar ayuda. ¿Pueden enviar a alguien a auxiliarlo?
-¿Por el río? ¿Qué río? ¿Se encuentra bien, señor? 

Fabián mira a su alrededor, escucha el silbato de un oficial de tránsito que desvía a los demás autos por una calle alternativa, Gira y encuentra el cartel: “Avenida Antúnez”. Mira su auto, destrozado contra una pared. Y a sus pies yace el envase vacío de una botella de whisky roto en pedazos. Entiende todo. Todavía no, pero quizás en otra vida la vuelva a encontrar. Esta vez, estuvo cerca. Las marcas siguen intactas, siguen donde tienen que estar.

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