Lima limòn

Les voy a contar una de mis historias favoritas de otoño. Es una de mis favoritas porque representa en su esencia uno de mis mayores logros: el haber desaprobado el examen sobre el tema "apariencias".
En la casa de mi mamá hay un pasillo largo que conecta el living con el patio, y atraviesa 4 habitaciones, la cocina y el baño. La casa de mi mamá es grande. Siempre reniega de ello porque limpiarla nunca es fácil.
Ese pasillo significó para mi todo tipo de aventuras. No sé... Tiene algo que me invita a transitarlo sintiéndome bien.
En mi niñez fue mi pista de carreras. Corría contra mi, huía de mi. Es que en mis juegos solitarios yo cumplía diferentes papeles al mismo tiempo: el ladrón, el Policía, la mamá, el papá, la madre y la hija. Pero lo que más me divertia era jugar a la carrerita y ser la que ganaba, pero consecuentemente ser, también, la que perdía.
Transitaba entonces a alta velocidad dando todo lo que mis piernas podían, me agotaba pero tomaba aire y volvia a correr. Impulsos y más impulsos. Siempre fui victima de mis impulsos.
-Dejá de correr que te vas a caer. Te la pasas chivatiando. Veni al patio.
-La ultima carrerita y voy.
Hice mi última carrera, gané y perdí. Me dirigi hacia allí, y sentada bajo el sol amarillo de otoño estaba mi abuela. Al verla abri los ojos muy grandes, tan grandes como la sorpresa que me generaba lo que estaba viendo. Incrédula intenté tirar mis primeras palabras...
-¡A...abuela!
-¿mmm?
Mi abuela tenía en su boca un limón y absorbia su jugo con total naturalidad. Lo saboreaba y por el brillo de sus ojos podría decir que ese jugo de limón estaba exquisito.
-¿Qué hacés comiendo limón?
-No es limón, es una lima.
-¿Una qué?
-Lima...sacá una de ésa bolsa y probá.
-Pero...
-probá te digo.
Le hizo un corte en una de las puntas y llevé dicho fruto a mis labios. Preparé el gesto de antemano, ése que hacemos cuando no nos gusta algo. Perdón, ése que hacemos cuando chupamos el limón agrio.
Maravilla de Dios. ¡Maravilla de Dios!. Lo digo dos veces porque dos veces sentí placer en ése momento. Una vez porque no era agria, y la segunda, porque era dulce.
Ésa tarde de otoño con no más de 6 años aprendí una lección hermosa. No juzgar por las apariencias. Ésa tarde de otoño conocí mucho más que a mi fruta favorita.

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