La noche
Lo de todos los días. La alarma a las 6,
desconectar el celular del cargador, tomar una ducha, tomar un café. Respirar
el aire fresco de la mañana que ingresa por el ventanal de la cocina. Hacer uno
o dos sorbos con la mirada perdida en algún punto del horizonte que empieza a
aproximarse de a poco.
Alistarse con el uniforme, afeitarse la barba, peinarse el jopo. Sonreírle a su reflejo para corroborar que los dientes estén limpios y retomar la cara de amargura de todas las mañanas previas al trabajo. El trabajo, las 10 horas internado en un puesto mal pago. Papeles, papelitos. Firmas, sellos. Llamadas y mails.
La vuelta. El camino al subte, la música que escucha en sus auriculares pero que no presta atención, el desgano, el cansancio, el sin motivo de todos los días. La parada de siempre, la comida del chino.
El sonido de las llaves, el ingreso al edificio. La espera del ascensor, subir al quinto piso mirando su cara de frustración en el espejo interno del cubículo. La llave en la cerradura, el ingreso al hogar.
Entonces, lo
distinto. Se quita el saco, la corbata, el reloj. Se quita la camisa, el
pantalón y los zapatos. Estira sus brazos hacia el cielo, se siente libre y
menos pesado.
Abre su placard, el de la noche. Mira atento las opciones. Esta noche elige el vestido rojo. Se lo apoya sobre el cuerpo al tiempo que asiente con una sonrisa enorme mientras se ve en el espejo de pie. Toma el brasier de encaje negro y se lo sujeta delicadamente. Llena sus copas con las almohadillas abultonadas y las luce contento. Se sienta en el sillón y se coloca las sandalias de gamuza con tacones altos y piedritas de strass. Maquilla su rostro, lo cubre con base color piel, le da una delicada sombra a los párpados, alarga sus pestañas con extrema finura, pinta sus labios y sus uñas. Finalmente, el vestido le queda bien. Sale, sonriente y satisfecho, a la calle. Llega al bar del callejón. Saluda a Jorge.
-¿Lo de siempre?
-Lo de todas las noches, Jorge. Mi campari de naranja. ¿Cómo estás?
-Muy bien. ¿Hoy tenés una cita?
-No lo sé… mis noches siempre son un misterio.- Le guiña un ojo, y luego retoca su labial. Repite para sus adentros- Mis noches son siempre un misterio.
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