100 años
“Porque antes de antes, en realidad fuiste simio. Lo comprendo. No importa saber quién soy ni de dónde vengo. Probablemente ni me recuerdes a mí ni a mis orígenes ni a la historia que pretendo contarte, aún cuando te tiene de protagonista. Sucede que de un modo absurdo yo te recuerdo y he perpetuado en mi memoria algunos aspectos de nuestro pasado. Digo absurdo, porque no tengo pruebas ni nada que evidencie semejante afirmación. Pero dejáme decirte algo. Fuimos felices.
La mañana del 13 de marzo cambió todo. No importa de qué año, quisiera apresurarme en mi relato y no detenerme en detalles banales. Sabe Dios –si es que existe algún Dios- cuánto tiempo más seré digno de tu atención, si es que aún la tengo.
Esa mañana todo transcurría con serena cotidianeidad. Habría sonado el despertador pero me desperté sin aire unas horas más temprano. Eso también era cotidiano, ya hace tiempo me venía costando conciliar un sueño calmo. Te soñaba, seguramente. En este preciso momento no puedo afirmarlo. Pero siguiendo mis recuerdos monótonos fuiste durante un período extenso mi constante. Al abrir los ojos lo hice, como siempre. Mi única neurona despierta sabía que como ley primera tenía que revisar el celular. Tal vez ese día, llamémosle hoy, me habrías escrito. O llamado. Llamado no, porque mi sueño es algo profundo pero el timbre asignado a tu contacto es único. Nunca me llamaste. Nunca ha sonado. Nunca.
Tampoco había mensaje alguno que te perteneciera. Si, había un par pero ni siquiera logro recordar de quiénes eran. Sucede que mi única neurona despierta lleva posiblemente tu nombre como bandera.
No quiero aburrirte con esta historia, pero colapsó internet. Se acabó para siempre. Ya no habrán megabytes, ni bytes, ni baicitos, ni nada. Nada de nada. La información de nuestra era la perdimos. Te conocí en el mes de diciembre, no importa de qué año. Ya hablaremos de esos detalles, pero hoy estamos en el 2018. Estabas de visita en un país desconocido y yo estaba de fiesta en el bar de mi amigo. Entraste, hablando un idioma extranjero. Pausa. Ahora que lo pienso, ¿entenderás algo de lo que te estoy diciendo? Usamos el traductor de google para comunicarnos, increíble invento. Te invité una copa y a la tercera te dije “te quiero”. No, no te miento. Dije “te quiero”. No en el sentido romántico. Te quiero del verbo querer. De ojalá fueras mía, de ojalá me dieras bola. Esa noche lo dije en chiste, para quedar copado delante de mis amigos. “Yo también” respondiste. Y supe que no te referías a lo mismo. No sé, cargamos una cultura distinta, unas enseñanzas diferentes, unos gestos variados, pero la mirada todavía nos delata.
El amor a primera cerveza existe. Y existe en tus ojos el abismo comunicacional en el que me siento inmerso desde aquella noche. Ese 13 de marzo me desperté sin ningún mensaje. Tuyo. Horas más tarde el mundo colapsaría. Nunca más una transferencia bancaria, una compra para ir al cine sin hacer filas, nunca más pagar cuentas online. Nunca más un gesto virtual, ni un emoticón, ni un correo, ni una videollamada. Ni siquiera volverá a existir el diario digital, ni las fotos en Facebook, ni los me gusta, ni los corazones de Instagram. Nada.
Prendimos fuego la cama y prometimos no olvidarnos. Viajaste a las 7 de la mañana, y en alguna de ésas tres escalas me regalaste un “te extraño” en mi idioma natal. Fue el te extraño más hermoso de mi vida. Y juramos mantenernos en contacto. Pero como te dije antes, ha colapsado Internet y el mundo, tal como lo conocemos, no volverá a ser.Y no tengo idea tu nombre completo, ni sé cuando es tu cumpleaños. Feliz cumpleaños, por si es hoy. Tampoco sé tu dirección, así que juego con este papel. Ni siquiera sé el nombre de tu pueblo, ni la ubicación sin google earth. Te extraño. “
-Es increíble esta carta. Tiene más de cien años.
-¿Qué será Internet? ¿Facebook? ¿Instagram? ¿Transferencias online? ¿celular?
-No lo sé, Juan. Pero esta carta tiene más de cien años. ¿Entendés? No tenemos información de tanto tiempo atrás. Esta carta debe valer oro.
-Quién sabe. Al final, lo único que reconocemos es el amor. El amor es amor a la hora que sea, en el tiempo que sea.
....
Buenas noches, los quiero ❤
La mañana del 13 de marzo cambió todo. No importa de qué año, quisiera apresurarme en mi relato y no detenerme en detalles banales. Sabe Dios –si es que existe algún Dios- cuánto tiempo más seré digno de tu atención, si es que aún la tengo.
Esa mañana todo transcurría con serena cotidianeidad. Habría sonado el despertador pero me desperté sin aire unas horas más temprano. Eso también era cotidiano, ya hace tiempo me venía costando conciliar un sueño calmo. Te soñaba, seguramente. En este preciso momento no puedo afirmarlo. Pero siguiendo mis recuerdos monótonos fuiste durante un período extenso mi constante. Al abrir los ojos lo hice, como siempre. Mi única neurona despierta sabía que como ley primera tenía que revisar el celular. Tal vez ese día, llamémosle hoy, me habrías escrito. O llamado. Llamado no, porque mi sueño es algo profundo pero el timbre asignado a tu contacto es único. Nunca me llamaste. Nunca ha sonado. Nunca.
Tampoco había mensaje alguno que te perteneciera. Si, había un par pero ni siquiera logro recordar de quiénes eran. Sucede que mi única neurona despierta lleva posiblemente tu nombre como bandera.
No quiero aburrirte con esta historia, pero colapsó internet. Se acabó para siempre. Ya no habrán megabytes, ni bytes, ni baicitos, ni nada. Nada de nada. La información de nuestra era la perdimos. Te conocí en el mes de diciembre, no importa de qué año. Ya hablaremos de esos detalles, pero hoy estamos en el 2018. Estabas de visita en un país desconocido y yo estaba de fiesta en el bar de mi amigo. Entraste, hablando un idioma extranjero. Pausa. Ahora que lo pienso, ¿entenderás algo de lo que te estoy diciendo? Usamos el traductor de google para comunicarnos, increíble invento. Te invité una copa y a la tercera te dije “te quiero”. No, no te miento. Dije “te quiero”. No en el sentido romántico. Te quiero del verbo querer. De ojalá fueras mía, de ojalá me dieras bola. Esa noche lo dije en chiste, para quedar copado delante de mis amigos. “Yo también” respondiste. Y supe que no te referías a lo mismo. No sé, cargamos una cultura distinta, unas enseñanzas diferentes, unos gestos variados, pero la mirada todavía nos delata.
El amor a primera cerveza existe. Y existe en tus ojos el abismo comunicacional en el que me siento inmerso desde aquella noche. Ese 13 de marzo me desperté sin ningún mensaje. Tuyo. Horas más tarde el mundo colapsaría. Nunca más una transferencia bancaria, una compra para ir al cine sin hacer filas, nunca más pagar cuentas online. Nunca más un gesto virtual, ni un emoticón, ni un correo, ni una videollamada. Ni siquiera volverá a existir el diario digital, ni las fotos en Facebook, ni los me gusta, ni los corazones de Instagram. Nada.
Prendimos fuego la cama y prometimos no olvidarnos. Viajaste a las 7 de la mañana, y en alguna de ésas tres escalas me regalaste un “te extraño” en mi idioma natal. Fue el te extraño más hermoso de mi vida. Y juramos mantenernos en contacto. Pero como te dije antes, ha colapsado Internet y el mundo, tal como lo conocemos, no volverá a ser.Y no tengo idea tu nombre completo, ni sé cuando es tu cumpleaños. Feliz cumpleaños, por si es hoy. Tampoco sé tu dirección, así que juego con este papel. Ni siquiera sé el nombre de tu pueblo, ni la ubicación sin google earth. Te extraño. “
-Es increíble esta carta. Tiene más de cien años.
-¿Qué será Internet? ¿Facebook? ¿Instagram? ¿Transferencias online? ¿celular?
-No lo sé, Juan. Pero esta carta tiene más de cien años. ¿Entendés? No tenemos información de tanto tiempo atrás. Esta carta debe valer oro.
-Quién sabe. Al final, lo único que reconocemos es el amor. El amor es amor a la hora que sea, en el tiempo que sea.
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Buenas noches, los quiero ❤
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