El secreto de las sábanas

Soñé otra vez con bebés. Mejor dicho, con un bebé: el mío. En mi sueño estamos en verano, con el calor característico de ésa temporada. Mi hijo es un hermoso bebé de 2 meses con cachetes gorditos y ojos grandotes. Estamos juntos dentro de la piscina de un camping conocido, mi pequeño está sonriente y gustoso dentro del agua. Yo estoy feliz también pero el sentimiento que me invade completamente es otro, es la preocupación de que no le pase nada, de que esté bien. Por eso estoy atenta a las otras personas que nos rodean, y trato constantemente de que no sea salpicado por los látigos de agua que provocan otros niños más grandes al saltar dentro de la piscina.
Me despierto sintiendo frío y caigo en cuenta que no llevo puestas las medias. Es algo usual, todos las perdimos alguna vez dentro de la cama mientras dormíamos. Entonces el ritual de búsqueda y rescate de medias inicia.
Primero, un tanteo veloz con los pies pero no hay contacto. Luego, el enderezarme sobre la cama y comenzar a buscar las medias con las manos. No hay contacto. Finalmente, me pongo de pie, saco las dos frazadas hasta estar frente a frente con las sábanas. Sacudo la de arriba y… nada.
Me pregunto: ¿quién se roba las medias mientras dormimos? ¿A dónde se las lleva? ¿para qué las quiere?
Busco debajo de la cama, nada. Vuelvo a sacudir las sábanas, las frazadas, las almohadas, nada. Finalmente me convenzo: tal vez no dormí con medias.
Saco del cajón otro par limpio y me las coloco prestando especial atención a los colores, casi como si prestar atención fuera un seguro o una garantía de la no pérdida. Regreso a la cama, me cubro y me vuelvo a dormir.
Escucho a lo lejos a mi abuela que me dice: “no te tapes la cara, no vas a poder respirar”. Hace mucho no soñaba con mi abuela. Escucho su voz un poco lejana y quiero que me siga hablando.
-Abuela, ¿me hacés el té?
-¡Que chinita ésta! ¡No hace caso! No te tapés la cara con las frazadas, después no vas a poder respirar. Hacé caso...
La escucho un poco más fuerte y sonrío.
-Abuela, hagamos sombras… ¿querés? Hacé el patito con las manos. Juguemos con la pared.
Responde pero no logro escuchar… su voz se siente un poco lejana. Me cubro más la cabeza y su voz finalmente es más clara. El sonido viene de abajo… entonces me zambullo entre las sábanas girando mi cuerpo y colocando la cabeza en donde normalmente están los pies… encuentro mis medias, y me las coloco rápidamente.
-¿Qué hacés con medias dentro de la pileta? ¿Qué escondés?
-Me quemé en Nochebuena. Encendí una bengala y cayó dentro de mi zapatilla. Tengo prohibido jugar con bengalas. Me meto a la piscina para que mi mamá no vea la herida…
-Pero tenés que ir al médico. Sacáte las medias…
-Si me las saco no te voy a poder escuchar… quiero seguir escuchándote.
-Podés venir a visitarme en los sueños, acá siempre hay tiempo, nena. Pero ya no te tapés la cara…
Me despierto, de nuevo, con algunas lágrimas recorriéndome la cara. Estoy acostada al revés en la cama, tengo las medias puestas y en mis manos sostengo con mucha fuerza otro par de medias.

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